El Monsiour
2005-10-01 04:59:44 UTC
Superpotencia rota - Friday, September 23, 2005 hora 14:45
Después de muchas dudas, nacidas del orgullo imperial herido, el
gobierno Bush decidió pedir ayuda humanitaria, aunque sólo a la
Unión Europea (y la OTAN), quizás por considerarla su única igual en
el mundo. Aceptarla de México habría sido amargo y de Cuba, una
humillación, aunque por su vecindad y experiencia eran los países que
podían facilitarla con mayor celeridad. Decenas de Estados la habían
ofrecido, pero EEUU la rechazó. Finalmente, desbordado por la
hecatombe humanitaria, tragó el órdago y la pidió.
La petición de ayuda marca un punto de inflexión en la historia
estadounidense, pues es el reconocimiento de la incapacidad
gubernamental para resolver con sus propios recursos los desastres
provocados por el huracán Katrina. Que el país más poderoso del
mundo, proveedor habitual de ayuda humanitaria y capaz de llevar la
destrucción y la muerte a cualquier rincón del planeta, se muestre
impotente para enfrentar un huracán es un golpe contundente a la idea
de poder que quiere transmitir. No es únicamente la ineficiencia del
Gobierno y la inoperancia de sus instituciones. Es que el Katrina, aun
siendo virulento, no deja de ser un huracán más de los que asolan
cada año la región del Caribe y golfo de México, respecto de los
cuales los países están preparados. En agosto pasado, el huracán
Charley golpeó brutalmente Cuba, pero gracias a las medidas
preventivas hubo sólo cuatro muertos, si bien las pérdidas materiales
fueron cuantiosas. En EEUU se habla de decenas de miles, hay decenas de
miles de desplazados y los daños son astronómicos, algo inexplicable
en un país poseedor del servicio más efectivo de seguimiento de
huracanes del mundo.
El Katrina no sólo ha puesto en entredicho la percepción del poder
estadounidense. También ha evidenciado la profundidad de la fractura
social del país y el nivel de desamparo en que se encuentran las
minorías, sobre todo la negra. Las imágenes de los refugiados de
Nueva Orleáns parecen sacadas de África o del Caribe más mísero.
Según denunció recientemente la Liga Urbana Nacional (LUR) en su
informe "Situación de la América Negra 2005: Una Receta Para
Cambios", la desigualdad estructural y el racismo están creando un
foso profundo entre negros y blancos. La tasa de desempleo de los
negros es el doble que la de los blancos. En Nueva York, el desempleo
en hombres de raza negra supera el 50%. Desde que gobierna Bush, los
negros han perdido tres millones de empleos.
Sin embargo, son las cárceles las que mejor reflejan la realidad de la
minoría negra.
Como afirma la LUR, la probabilidad de que un afro-estadounidense sea
encarcelado es tres veces superior a la de un blanco y las sentencias
son seis veces mayores para un negro que para un blanco por el mismo
delito. Aunque los negros representan apenas el 12,9% de la población
de EEUU, suman el 46% de la población reclusa. Uno de cada cinco
negros ha estado en la cárcel en algún momento de su vida. En el año
2000 había 800.000 negros encarcelados y 600.000 negros matriculados
en la enseñanza superior. La probabilidad de un negro de morir de
forma prematura duplica a la de un blanco, ya se trate de homicidios,
enfermedades o accidentes de cualquier tipo. Un afro-estadounidense de
cada cuatro sufre pobreza y, de ellos, casi la mitad padece miseria.
Eso es lo que ha sacado a luz el Katrina.
No terminan ahí las consecuencias. Las calamidades que han azotado a
las víctimas del huracán se han debido en gran medida al desvío de
recursos a las guerras de agresión en Afganistán e Iraq. La Guardia
Nacional, cuerpo creado para actuar en crisis nacionales, se mostró
agónicamente insuficiente, pues el grueso de sus efectivos está
comprometido en la guerra de Iraq. La construcción y mantenimiento del
sistema de diques para proteger la ciudad estaban paralizados por falta
de fondos, debido al inmenso costo de esas guerras. En el clásico
dilema de Samuelson, de cañones o mantequilla, Estados Unidos gasta
500.000 millones en cañones y el huracán Katrina ha evidenciado los
efectos de no invertir en mantequilla.
El país goza de armamento archi-sofisticado, pero carece de medios
para enfrentar catástrofes naturales. El gasto militar crece y las
escuelas se caen, las infraestructuras se herrumbran y la pobreza
aumenta sin cesar. Los pobres han pasado de 32,9 millones en 2001 a 37
millones en 2004 y las personas sin cobertura médica suman 46
millones, pero el 20 por ciento más rico de la población recibe el
50,1% de la riqueza total. La Oficina de Presupuestos del Congreso
indicó en un estudio que, entre 1979 y 1997, los ingresos netos del 1%
de los ricos habían crecido un 157% por sólo un 10% de las rentas
medias.
El Katrina no es la primera señal de alarma sobre el grave deterioro
del sistema en EEUU. En 2001, apagones generales paralizaron California
varias semanas. En 2003, el noroeste del país sufrió un apagón
general... Estados Unidos recuerda a la Rusia zarista de hace un siglo.
Posee un ejército descomunal, pero es el país más endeudado del
mundo y está dirigido por una plutocracia ineficaz. El huracán se ha
llevado muchas cosas. Una de ellas es el mito del superpoder
estadounidense. EEUU es una superpotencia rota. Y mendicante.
Augusto Zamora
Profesor de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales
de la UAM
Después de muchas dudas, nacidas del orgullo imperial herido, el
gobierno Bush decidió pedir ayuda humanitaria, aunque sólo a la
Unión Europea (y la OTAN), quizás por considerarla su única igual en
el mundo. Aceptarla de México habría sido amargo y de Cuba, una
humillación, aunque por su vecindad y experiencia eran los países que
podían facilitarla con mayor celeridad. Decenas de Estados la habían
ofrecido, pero EEUU la rechazó. Finalmente, desbordado por la
hecatombe humanitaria, tragó el órdago y la pidió.
La petición de ayuda marca un punto de inflexión en la historia
estadounidense, pues es el reconocimiento de la incapacidad
gubernamental para resolver con sus propios recursos los desastres
provocados por el huracán Katrina. Que el país más poderoso del
mundo, proveedor habitual de ayuda humanitaria y capaz de llevar la
destrucción y la muerte a cualquier rincón del planeta, se muestre
impotente para enfrentar un huracán es un golpe contundente a la idea
de poder que quiere transmitir. No es únicamente la ineficiencia del
Gobierno y la inoperancia de sus instituciones. Es que el Katrina, aun
siendo virulento, no deja de ser un huracán más de los que asolan
cada año la región del Caribe y golfo de México, respecto de los
cuales los países están preparados. En agosto pasado, el huracán
Charley golpeó brutalmente Cuba, pero gracias a las medidas
preventivas hubo sólo cuatro muertos, si bien las pérdidas materiales
fueron cuantiosas. En EEUU se habla de decenas de miles, hay decenas de
miles de desplazados y los daños son astronómicos, algo inexplicable
en un país poseedor del servicio más efectivo de seguimiento de
huracanes del mundo.
El Katrina no sólo ha puesto en entredicho la percepción del poder
estadounidense. También ha evidenciado la profundidad de la fractura
social del país y el nivel de desamparo en que se encuentran las
minorías, sobre todo la negra. Las imágenes de los refugiados de
Nueva Orleáns parecen sacadas de África o del Caribe más mísero.
Según denunció recientemente la Liga Urbana Nacional (LUR) en su
informe "Situación de la América Negra 2005: Una Receta Para
Cambios", la desigualdad estructural y el racismo están creando un
foso profundo entre negros y blancos. La tasa de desempleo de los
negros es el doble que la de los blancos. En Nueva York, el desempleo
en hombres de raza negra supera el 50%. Desde que gobierna Bush, los
negros han perdido tres millones de empleos.
Sin embargo, son las cárceles las que mejor reflejan la realidad de la
minoría negra.
Como afirma la LUR, la probabilidad de que un afro-estadounidense sea
encarcelado es tres veces superior a la de un blanco y las sentencias
son seis veces mayores para un negro que para un blanco por el mismo
delito. Aunque los negros representan apenas el 12,9% de la población
de EEUU, suman el 46% de la población reclusa. Uno de cada cinco
negros ha estado en la cárcel en algún momento de su vida. En el año
2000 había 800.000 negros encarcelados y 600.000 negros matriculados
en la enseñanza superior. La probabilidad de un negro de morir de
forma prematura duplica a la de un blanco, ya se trate de homicidios,
enfermedades o accidentes de cualquier tipo. Un afro-estadounidense de
cada cuatro sufre pobreza y, de ellos, casi la mitad padece miseria.
Eso es lo que ha sacado a luz el Katrina.
No terminan ahí las consecuencias. Las calamidades que han azotado a
las víctimas del huracán se han debido en gran medida al desvío de
recursos a las guerras de agresión en Afganistán e Iraq. La Guardia
Nacional, cuerpo creado para actuar en crisis nacionales, se mostró
agónicamente insuficiente, pues el grueso de sus efectivos está
comprometido en la guerra de Iraq. La construcción y mantenimiento del
sistema de diques para proteger la ciudad estaban paralizados por falta
de fondos, debido al inmenso costo de esas guerras. En el clásico
dilema de Samuelson, de cañones o mantequilla, Estados Unidos gasta
500.000 millones en cañones y el huracán Katrina ha evidenciado los
efectos de no invertir en mantequilla.
El país goza de armamento archi-sofisticado, pero carece de medios
para enfrentar catástrofes naturales. El gasto militar crece y las
escuelas se caen, las infraestructuras se herrumbran y la pobreza
aumenta sin cesar. Los pobres han pasado de 32,9 millones en 2001 a 37
millones en 2004 y las personas sin cobertura médica suman 46
millones, pero el 20 por ciento más rico de la población recibe el
50,1% de la riqueza total. La Oficina de Presupuestos del Congreso
indicó en un estudio que, entre 1979 y 1997, los ingresos netos del 1%
de los ricos habían crecido un 157% por sólo un 10% de las rentas
medias.
El Katrina no es la primera señal de alarma sobre el grave deterioro
del sistema en EEUU. En 2001, apagones generales paralizaron California
varias semanas. En 2003, el noroeste del país sufrió un apagón
general... Estados Unidos recuerda a la Rusia zarista de hace un siglo.
Posee un ejército descomunal, pero es el país más endeudado del
mundo y está dirigido por una plutocracia ineficaz. El huracán se ha
llevado muchas cosas. Una de ellas es el mito del superpoder
estadounidense. EEUU es una superpotencia rota. Y mendicante.
Augusto Zamora
Profesor de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales
de la UAM