Relato de un sobreviviente del remolcador 13 de Marzo
Date: 11/6/02 12:41:52 PM Eastern Standard Time
From: Hector Navarro
Un corresponsal privado me ha enviado el relato de u no de los
sobrevivientes. Previamente me había dicho que había varios
errores en el relato que yo hice del hundimiento del remolcador
13 de Marzo. Le expliqué que lo que me habían contado era
por relatos boca a boca que se hacen en Cuba y que esa puede
ser la causa de algunos errores.
Por ejemplo, me habían dicho que les tiraban agua con mangueras
y aquí el sobreviviente dice que se tratab a de cañones de agua.
También me habían dicho en Cuba que era desde helicópteros
que les tiraban el agua y se ve que no era así.
Saludos
Héctor
Te hago llegar este testimonio de uno de los sobrevivientes del Hundimiento
del
remolcador 13 de Marzo.
Gustavo Martínez perdió a su esposa, la hijita de cinco meses y medio y el
suegro.
Saludos
Jorge
Nota: Estos temas calan hondo en el corazón. Si vas a sufrir mucho me lo
dices
y cortamos el vínculo.
Gustavo G. Martínez Gutiérrez, 37 años de edad.
Antes de localizar el apartamento de Gustavo, di muchas vueltas por los
alrededores. Tarde, me percato del error cometido a la hora de anotar su
domicilio en mi cuaderno; y digo tarde, porque quiero pasar inadvertido a la
vista de los vecinos. Cabe indagar con alguien, pero no es prudente debido
al
fuerte operativo de vigilancia instalado en las proximidades. Luego de dar
vueltas como el trompo sobre el mismo sitio, no me queda más remedio que
preguntar , y hacerlo sin correr el riesgo de ahuyentar al informante o ser
delatado. Así, parto derecho hacia donde conversan dos mujeres mayores. Las
interrumpo de la manera siguiente:
Buenas tardes saludo cortésmente y ellas hacen lo mismo. Entonces agrego:
Miren
acabo de regresar de Moscú y quiero visitar a la familia de un compañero de
trabajo; pero como han transcurrido un par de años no recuerdo el número del
edificio. Vine una vez... y ahora todo me parece igual
¿Cómo se llama la persona que busca?- indaga la más despierta
Gustavo respondo con firmeza, y agrego: su esposa se llama Yuliana
Ambas intercambian miradas escépticas y la rubia se brinda a acompañarme. A
unos veinte metros del lugar se detiene y señala con su brazo el sitio
exacto.
Le doy las gracias y se retira apresurada.
Ya en la puerta del apartamento me recibe una muchacha joven en compañía de
su
pequeño hijo. Luego de identificarme soy invitado a pasar. Adentrola muchcha
me
comunica que Gustavo está para la calle arreglando un televisor y que vuelve
pronto. El reloj marca las dos y media de la tarde.
Mientras transcurre el tiempo de espera conversamos diversos temas. Todo se
agota para calmar la impaciencia. Gustavo regresa al filo de las ocho de la
noche.
Por fin tengo enfrente al amigo noble y leal que un día nos conocimos en
trajines musicales, y ahora une un común dolor.
Gustavo sufre del síndrome de la persecución. Teme a un nuevo
encarcelamiento
en las mazmorras de villa Maristas. Se ve nervioso, sin embargo, accede a mi
petición y charlamos por espacio de un par de horas.
Comparto con ustedes el valioso testimonio que me deja.
Copia textual de lo grabado
"La idea de la salida estaba creada por el grupo principal, que eran los
autores; no... los centros de la idea. Pienso que fue Ramel. Entonces, al
final, fue que nos incorporamos al grupo.
Ahí perdí... Se iba mi mujer Yuliana Enríquez Carrazana de 22 años; mi niña
Hellen Martínez Enríquez, le faltaban cinco días para los seis meses; porque
ella cumplía el diecinueve y nos íbamos el trece. Y el suegro mío Reynaldo
Marrero Alamo de 48 años. Ibamos más, pero bueno... esas fueron las
pérdidas.
El niño mío Yandi Gustavo Martínez de 9 años se salvó cuando aquello.
Mi familia fue en dos grupos, producto de la capacidad del carro y la
función
que iba a hacer cada cual. Ellos salieron desde las siete y no los vi más.
Nos
despedimos de casa de mi mamá; fueron para la casa de Perodín que vivía por
allí; por el reparto América cerca del cementerio. De ahí salieron para
Guiteras a localizar la guagua que los iba a llevar. Nosotros nos quedamos
aquí
en mi casa hasta la una que nos venían a buscar. Salimos haciendo tiempo
porque
era muy temprano: había que estar a las tres. Hicimos mucho tiempo en el
carro.
Eramos bastante; como doce, se puede decir. Iban: Raúl el patrón; otro
Gustavo
y Fidel su hermano; Martha Tacoronte con sus tres hijos, y Daniel Erick
amigo
mío, electrónico también; Daniel solo porque su mujer... no. Miladys no iba
en
el carro. Miladys Sanabria iba en el otro grupo. No sé si esa distribución
fue
táctica de ellos para no llamar la atención.
Y así partimos en ese carro. Cuando llegamos a la Autopista, puede ser que
nos
hayan visto. Habían como tres o cuatro perseguidoras y nos pararon;
revisaron
hasta el carro completo. Pidieron carné y alguien les dijo... los despistó
para
donde íbamos. No me acuerdo lo que dijeron, pero bueno... nos dejaron ir y
continuamos hasta la bahía. Cogimos por las Ocho vías; esa carretera que
pasa
por Santa María, salimos al Barrio Obrero hasta que entramos en la bahía.
Entramos, no hubo golpes ni nada. La puerta estaba abierta. Ramel incluso
nos
dijo, que si él tenía la gorra puesta no había problemas. Y él tenía la
gorra
puesta. En ese momento nos detuvimos un rato antes de entrar pensando que
había
problemas, porque había una gente que no conocíamos. Era un grupo de
Guiteras o
de Guanabacoa... no sé. Entonces Ramel nos dijo: no, no, dale que son de la
misma gente. Nos unimos, saludamos y hablamos bajito.
Entramos unos segundos después para el remolcador. Yo no vi la guagua allí.
La
gente estaba en la Terminal de trenes y venían por grupos. Mi gente no la
vi;
la guagua no había llegado. Nosotros fuimos los primeros.
Desde que montamos empezó el acomodamiento de la gente, el personal y eso...
poco a poco. Yo bajé a ver las condiciones, y todo lo vi muy acogedor y muy
bonito. Y era fiable. Tenía seguridad total.
Me quedé un ratico abajo a ver si entraba mi gente. No entró, bueno... subí
a
cubierta y fui para la cabina; para el puente de Mando. Ahí me mantuve y
sentí
que iba montando la gente; porque eso medio que se bamboleaba a medida que
iba
cogiendo peso. Arriba yo iba alumbrándole la brújula al patrón. Yo si puedo
decir, por lo menos, que vi la película desde alante.
Pienso que Raúl no tuvo tiempo de ver el disco calado. El nerviosismo que
tenía... No lo vi en ningún momento alejarse del timón. Estuvo todo el
tiempo
ahí esperando que Ramel arrancara; que era él que arrancaba el equipo ese
para
ver eso. Lo digo de corazón que yo estaba allí.
Eso arrancó, hizo una buena bulla porque el motor estaba por debajo del mar.
Era un motor bueno... de tanque de guerra, por lo menos. Tenía como doce
pistones en "V" de 3OO caballos de fuerza. Y estaba nuevo. Arrancó con un
motor
auxiliar; un motor de arranque y depués el motor principal; arrancó
elegante.
No se vio nada ni nadie por ningún lado. Salió a una velocidad como una
bicicleta en llano a buen paso.
Allí habían barcos a la derecha y a la izquierda parqueados, como se dice
vulgarmente. Salimos, entonces me parece que nadie nos venía siguiendo hasta
ese momento. Avanzamos hasta la boca de la bahía. Cuando nos faltaban
aproximadamente tres o cuatro cuadras para llegar a la boca... una bahía
de
bolsa. Y el peligro era si cerraban la boca los Polargos esos grandes. Raúl
de
pronto dice: nos cogieron. Yo le digo ¿por qué? y me dice: mira para allá.
Había a la izquierda tres Polargos. Ellos hacían señas de luces que son
códigos
marinos. Entonces Raúl le responde y dice: vamos a ver si ganamos unos
segundos
con la seña que le doy. Y le hace una seña para confundirlo. Ellos se quedan
dudosos, y por segunda vez, sí partieron.
A la boca de la bahía, un Polargo llega alante y nos tranca. Nosotros sin
querer chocamos con ellos. Ese golpe contribuyó al giro en O que dio Raúl
con
el timón y se le fue por atrás a una velocidad increíble, porque la
dirección
del 13 de Marzo es mecánica y había que darle muchas vueltas para que girara
un
poquito. A pesar de eso él demostró que era buen patrón y buen
adiestramiento
en el equipo. Pienso que los que iban abajo no pudieron ver ese giro.
Nos estaban echando chorros de agua, porque ahí es donde yo me hago la
herida,
en la mano derecha entre el dedo anular e índice que me dieron ocho puntos.
Parece que tenía una llaguita y la presión me la abrió. Los chorros de agua
tienen como una tonelada.
La gente en el Malecón empezó a gritar: Déjenlos, déjenlos. Arriba de El
Morro
hubo unos disparos al aire. El Polargo que iba por la derecha coge un
extinguidor y hace ruido como asustándonos. El Galeón apagó las luces. Ahí
nos
dejaron, cogimos mar abierto, y yo digo: ¡bueno, ya!.
Raúl no miró más para arriba. Se mantuvo mirando el compás magnético. Yo le
iba
diciendo las cosas. Empezó el primer Polargo, que no le vi el número, a
tratar
de pararnos, a darnos golpes por los lados que eran trastazos de tonelaje.
Se
nos arrimaban por la parte izquierda y nos tiraban chorros de agua muy
potentes, que arrancó los cristales. Esos chorros de agua caminaban 15O
metros
en línea recta; pero los tiraban a 6 metros, 5 metros 3 metros. A lo que
pudieran pegarse al máximo. Entonces aquello empezó a soltar los pedazos.
Eso
levanta un concreto.
Cada vez que cogíamos el micrófono era un corrientazo fuerte. Se había
mojado
todo y conducía la corriente por donde quiera. Raúl pidió auxilio por la
planta
a un canal internacional; creo que fue el 17. Lo tenía puesto, no sé si lo
oían. Seguimos avanzando y ellos siguieron con los chorros de agua y los
golpes. El de la izquierda estaba agresivo. Eran cañones que tienen un
timón,
no con mangueras; como dice la gente afuera. Tienen una dirección y una
precisión exacta. Entonces, parece que vieron que de esa forma no podían y
empezaron a echar agua al hueco de atrás; donde iba el personal... en la
bodega. Se nos apareó uno al lado izquierdo y doblaba hacia la derecha
tratando
que el barco de nosotros se hundiera. El barco de nosotros empezó a coger
una
inclinación... Nos trancaba, nos trancaba que aquello crujía como la caña
brava, y así y todo se mantenía. Según tengo entendido, Ramel abajo iba
compensando el peso de la gente con esa inclinación.
El barco de nosotros, según ellos, tenía trece pies de calado; el de ellos
se
levantaba del agua. Usaron varios métodos. En una de esas, Ramel salió por
el
pasillo de la izquierda. Y sin mirar para nosotros fue hasta la proa del
barco.
Se agachó, vio que no había problemas y señaló con el dedo gordo para
arriba.
Después, por entre los cristales arrancados, dijo a Raulito: ¿Pa'dónde tú
vas
chico... Pa Las Bahamas?. Y Raulito le dijo: Olvídate, que yo sé lo que
estoy
haciendo. Llevaba una atención con el compás que no se salía ni una
centésima
para ahorrar camino.
La cosa se pasó para atrás. No veíamos porque el pasillo era de treinta o
cuarenta centímetros. No tiene barandas y los chorros te podían tumbar.
Ramel
era el único que pasaba por ahí como si nada.
La puerta derecha la arrancó un chorro de agua. Me asomo por la izquierda y
veo
que el hueco por donde se sale a cubierta tenía como ochenta centímetros de
agua. Lo que quiere decir que el barco estaba inclinado. Ya se habían
encaramado arriba y desbaratado todo eso allá atrás. Corro y le digo a
Raulito:
¡Oye, por donde tiene que salir la gente está lleno de agua!. El barco
empieza
a perder velocidad, y Raulito sale atrás de mí. Estaba hundido el barco y
grita
casi llorando: ¡Mayulis, Mayulis!; Unos gritos que se oían en todo aquello.
Vuelve a virar y entra para el timón. Yo no sé nadar y lo sigo a ver lo que
iba
a hacer; según lo que hiciera uno, lo teníamos que hacer todos. Ahí estaban
Iván y Daniel Erick. Daniel dijo que no sabía nadar; pero que... nadando
como
un perrito se mantenía una hora en el agua . Yo estaba seguro que se iba a
salvar; pero yo no contaba conmigo. Me mantuve sentado aguantando una tabla
para que el chorro de agua no le diera en la cara de Raulito. Esos chorros
me
daban en los dedos, y me dolía como si me estuvieran pinchando con agujas de
candela. Uno de esos me cogió el pie.
Eso se hundió en segundos. Raulito se tira para un registro alante, que ahí
estaban dando golpes en el piso; el techo de los de abajo. Se pone a halar
una
tapa con un fleje y dos tuercas... tornillos; no precisaba porque estaba
oscuro. Me pongo a halar por el otro lado, sin tan siquiera ocurrírseme
safar
una tuerca; se habría salvado uno más. Ahí habían unos cuantos tocando;
dando
muy duro... ¡golpes de desesperación!. Después hubo un silencio absoluto.
¡Se
ahogaron!.
Quedó el piquito... la proa afuera nada más. Raulito se tira para el agua no
lo
vi más. Caminé hasta el piquito. Se mantuvo un rato hasta que reventó la
proa.
El poco aire salió y se hundió. Yo me hundo. No veía a más nadie y pensé que
no
quedaba nada. Dentro del agua uno piensa mil cosas... en un instante piensa
mil
cosas; pero el barco se alejaba lentamente y me iba hundiendo a su lado.
Yo nunca había metido la cabeza abajo del agua. Empecé a darle a las manos y
los pies por instinto, y salí. En esa subida y bajada, siento una voz que
dice:
Cójanlo y vírense boca arriba. No sé quién lo diría. Y en ese tramo no puedo
decir nada porque borré esa parte; fue una tensión muy fuerte. Al poquito
rato
aparecí en la nevera.
En ese camino vi una ahogada boca abajo con una blusa roja. El pelo se movía
junto con el agua. Estaba al lado de la nevera; ya de cuarenta años... puede
ser. Después en Jaimanitas me dijo uno, que me ayudó a llegar a la nevera.
Los Polargos después que dan el golpe se alejan y empiezan a decir malas
palabras de alto nivel: que si queríamos, que nos fuéramos... con ironía,
con
despotismo. Aparte hacían unos giros y paraban el barco; ponían el freno y
aceleraban las máquinas para que se crearan corrientes de agua. Esas
corrientes
ponían la caja como si fuera un trompo de cemento; el camión ese que tiene
la
bola dando vueltas. Estábamos agarrados con la punta de los dedos... y la
nariz
afuera. De la caja quedaba afuera la tabla superior y mucha gente a la
redonda.
La caja tendría: uno veinte, uno treinta metros cúbicos, y una cadena como
de
dos pulgadas con un candado atravesado por el medio para que no se abriera.
La
caja se ponía a dar vueltas y unos se caían para abajo. Y así... se fueron
ahogando unos cuantos también.
Sentí al hijo mío: ¡Papá me ahogo!. Y en una de esas, Mayda me coge por el
cuello y me dice: ¡Gustavo se me ahoga la niña!
Entonces la cogí por los pelos y la puse arriba de la caja. Después no las
vi
más; parece que se las llevaron en un salvavidas.
Volviendo atrás... Cuando llegué a la caja el niño mío estaba ahí y comenzó
a
llorar al verme. Preguntó por su hermanita, Yuliana y los demás. Yo, para no
crearle pánico le dije que ellos se salvaban ahorita, que se calmara. Había
una
desesperación... nos tenían ahí esperando que nos ahogáramos y no venían...
no
venían.
Había una luz que siempre se mantuvo paralela al barco de nosotros. Al final
esa luz se fue acercando y era la Griffin. Quiere decir que desde el
principio
nos iba siguiendo. No entendí, pienso que sea para no ligar lo militar con
lo
civil.
Hubo un momento del viaje que había un helicóptero; un helicóptero militar;
pero viró para atrás.
Tiraban salvavidas; pero los recogían cuando uno iba a alcanzarlos. No nos
salvaban; querían que no quedara nadie. ¡Hay que estar allí para ver lo
inhumanos que fueron!
Yo estaba sin espejuelos porque los chorros me lo tumbaron, tengo miopía,
pero
al menos veo el bulto. Y me parece que estaba entrando un barco. Ahí fue
cuando
se vio el cambio. ¡Esa fue la salvación!.
Hubo momentos en que uno de los Polargos nos iba a pasar por arriba de la
caja;
venía como nunca, a toda máquina. Estoy seguro de eso. Salió una voz
potente;
un NO muy grande, y viró para atrás. Ese NO salió desde el cielo. Frenó y
nos
dejaron vivos ahí.
Tiraron un salvavidas desinflado con una soga, y sin mucho interés desde la
Griffin. Sergio amarró la caja y yo no podía más; estaba herido, había
perdido
mucha sangre y muy cansado. Gasté mucha energía en sobrevivir por debajo del
agua. Yo no tenía mucho interés en salvarme, pero cuando vi al niño quería
ver
el final de esa película. Por eso tomé hincapié; porque al menos algo me
había
quedado. Empezaron a halar la caja y fui arrastrado por la soga, y me
subieron.
Ahí empezamos a vernos los que estaban y los que faltaban."
Gustavo Martínez Gutiérrez, 38 años. Nace el 25 de junio de 1957. Técnico
medio
en Electricidad.
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Post by Pipilenca GuanacoAl ver las manifestaciones de la oposición en Cuba, y las del régimen,
concluyo: Uds. carecen de base social de apoyo.
Con las leyes esas según las cuales todo cubano en el extranjero puede visitar
Cuba sin necesidad de visa, no entiendo porqué se pretende decir que el régimen
les prohibe estar en Cuba. Es más, vayan por cientos, por miles, talvez de esa
manera, las próxima manifestación anticastrista, sea de un par de cientos.
Lo siento por vos. Estar casado con una mujer sin valor cívico. Un pusilánime
lo es, independientemente del sexo.
Si 8 - 9 millones de cubanos no significan nada, intuyo que es la preparación
de un genocidio aún mayor que el perpetrado en otros países "liberados".
Mira como le aplauden a los invasores en Irak, para no equivocarte.
Atte.
Pipilenca
http://www.geocities.com/pipilenca
Post by ahlahanTu no pudes ser TAN inocente de pensar que un regimen completamente
totalitario, donde el mismo aire que respiras depende de tu solidaridad con
el regimen, 8 millones de firmas significan algo.
Mi esposa solo salio de Cuba hace 2 años . Nacida, criada y educada en las
entrañas del monstro. Tenia que hacer trabajo voluntario, asistir a
manifestaciones, firmar declaraciones de solidaridad y aunque solo tine 23
años NUNCA simpatizo con el Kasstrismo.
Post by Pipilenca GuanacoLa lucha sigue. La vez pasada, con 11 mil firmas, los castristas
lograron recoger sólo 9 millones de firmas en contra.
Esta vez, con 14 mil firmas, a los mejor llegan a menos: a 8 millones
998 mil firmas. Es un paso adelante para Uds.
Felicidades. No se queden allí: saquen los millones de personas que
respaldan el proyecto, y demuestren que son mayoría.
El día que puedan Uds. recaudar tantas firmas como el régimen, y puedan
llevar a la gente que respalda a esas firmas a un manifestación sobre
las anchas avenidas de Cuba, no existiría más régimen comunista. Por el
momento, todo está a la inversa de como Uds. quieren, pienso.
Atte.
Pipilenca
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