Adrian Longueira
2004-08-24 07:57:22 UTC
Por Massimo Introvigne y T. Ángel Expósito Correa
El autor, director del Cesnur, el Centro Estudios sobre las Nuevas
Religiones, ofrece una articulada y útil contribución para la comprensión de
algunas posturas de Francia en tema de política internacional y de libertad
religiosa
"¿Cómo los Estados Unidos y la comunidad internacional tienen que responder
a un régimen brutal y déspotico de un país árabe que tiene evidentes
conexiones con el terrorismo internacional? (...)¿Qué hacer si este régimen
posee grandes riquezas petrolíferas, que hacen sus defectos morales
invisibles para quienes se preocupan solamente de la explotación futura de
grandes reservas de petróleo y de la caza a los petrodólares? Si este
régimen es una amenaza para sus vecinos, incumple sistemáticamente los
compromisos internacionales que ha asumido y ataca con regularidad a sus
mismos ciudadanos con modalidades que incumplen la Convención de Ginebra,
¿cómo tenemos que responder?". Así comienza un editorial publicado el 2 de
abril de 2003 en el International Herald Tribune: un artículo que no habla
de Iraq, sino de Sudán. El autor no es un comentarista ocasional de
problemas sudaneses, sino el profesor Eric Reeves, docente en el prestigioso
Smith College, considerado como uno de los mayores expertos académicos
estadounidenses de Sudán. Tras feroces ataques contra sus lecciones en tema
de derechos humanos en Sudán y contra su universidad por parte del gobierno
sudanés y de varias sociedades petrolíferas internacionales que son socios
comerciales del mismo gobierno, Reeves ha decidido tomarse un año sabático
en el que se dedica a completar un esperado libro sobre el argumento.
La requisitoria de Reeves sigue un escueto esquema lógico, que no es difícil
de resumir. Quizás con razón, quizás sin ella muchos expertos de petróleo
piensan que el Sur de Sudán represente el próximo gran negocio petrolífero
mundial, con enormes reservas todavía en gran parte sin explorar. El actual
régimen militar-fundamentalista de Jartum, tras haber tratado sobre todo con
industrias canadienses (en el punto de mira sin embargo de su opinión
pública, sensible a los problemas de los derechos humanos), ha otorgado la
mayor parte de los derechos sobre el petróleo del Sudán meridional a la
sociedad francesa TotalFinaElf. Hay no obstante un pequeño problema: hasta
que en el Sur las minorías, en gran parte cristianas, que se oponen a la
islamización forzosa no abandonen su resistencia armada, los taladros
franceses no pueden empezar a funcionar. Años de limpieza étnica, reducción
a la esclavitud de miembros de las minorías religiosas, carestías provocadas
artificialmente que recuerdan las tácticas estalinistas, han hecho casi dos
millones de muertos, pero no han resuelto el problema, no obstante Sudán
anuncie periódicamente que treguas y acuerdos de paz han sido firmados y
serán esta vez respetados. Para consentir a los petroleros franceses - que
ya se arriesgan a perder los lucrosos contratos con Iraq a su tiempo
firmados por el gobierno de Sadam Huseín - de poner las manos sobre el
petróleo sudanés, haría falta una "solución final" del problema de las
minorías religiosas del Sur. Sudán tiene la fuerza militar para llevar a
cabo una guerra de exterminio, pero podría no tener la fuerza política para
resistir a las presiones internacionales. Para los intereses franceses, es
por tanto obligatorio que la comunidad internacional se desinterese de
Sudán. A la próxima convención de las Naciones Unidas sobre los derechos
humanos, Francia se opondrá a la renovación del mandato hasta ahora
concedido anualmente a los inspectores ONU encargados de verificar la
situación de los derechos humanos en Sudán, y a cualquier condena
internacional de Sudán. Es probable que Francia lo consiga, tan es así que
el año pasado otras maniobras francesas (con la ayuda de China y Rusia) han
instalado a la presidencia de la Comisión derechos humanos un representante
de Libia, y han excluido del ejecutivo de la Comisión a los Estados Unidos.
De esta manera, el gobierno de Sudán podrá continuar masacrando alegremente
a las propias minorías religiosas, sin temor de intervenciones
internacionales: el pacifista Chirac habrá asegurado la "paz" que no ha
podido garantizar a Iraq - donde "paz" es traducción del francés de libertad
para la industria petrolera de actuar tranquilamente, al socaire de ojos
indiscretos y sin preocuparse de nimiedades como la persecución de las
minorías étnicas y religiosas.
Hasta aquí Reeves, que seguramente será acusado de no haber tenido en cuenta
en su breve y polémico editorial las atrocidades en la guerra civil sudanesa
atribuidas también a algunos grupos de la coalición rebelde del Sur:
atrocidades con toda probabilidad reales, pero que no justifican el genocido
masivo realizado por Jartum. Si, no obstante, uno de los escenarios del
drama sudanés es el de Ginebra y el de la Comisión derechos humanos de la
ONU, a Reeves - como a muchos comentaristas que se ocuparon del debate
internacional sobre Iraq - falta una pieza importante del mosaico. Un
vistazo a los informes anuales del Departamento de Estado de los Estados
Unidos, a los mismos informes de la Comisión derechos humanos de la ONU, y a
los documentos de muchas organizaciones internacionales que se ocupan de la
libertad religiosa (1) muestra que no son sólo Sudán y otros países a
mayoría islámica (junto con Corea del Norte) a ser acusados de violación
sistemática de la libertad religiosa: cierto, sin las masacres y matanzas
masivas de Sudán, una persecución administrativa de minorías religiosas
impopulares (2) ha sido abundantemente documentada también en otros países.
Por supuesto, ninguna persona sensata equipara un genocidio con formas de
interferencia policial o de persecución fiscal y judicial de las minorías
religiosas: pero también éstas no pueden ser toleradas por quien realmente
se preocupe por la libertad religiosa. Una clasificación ideal ve en los
primeros puestos (en orden de gravedad de violaciones de la libertad
religiosa) a China, a Francia y a Rusia, seguidas (pero de lejos) por
Bélgica y Alemania. Tras la bandera de la lucha a las pocas "sectas
peligrosas" acusadas de actividades terroristas o de suicidios masivos (que
por supuesto existen, y de las que nadie niega la peligrosidad) estos países
cuelan la discriminación de decenas y a veces centenares de minorías
absolutamente pacíficas, acusadas además - en el clima de anti-americanismo
desquiciado que de manera distinta los caracteriza - de "americanizar" o
"colonizar espiritualmente" (3)la cultura nacional. También movimientos
católicos (en China y en Rusia, la Iglesia católica en su conjunto) han
caído en estas insidiosas redes.
Una mano lava la otra. El trío China-Francia-Rusia (con el apoyo, oscilante
pero no casual, de Alemania y de cuando en cuando de Bélgica, conforme a las
vicisitudes políticas internas de estos países) está también preocupado de
evitar las condenas internacionales, por otra parte ya formuladas en
documentos de la administración americana, por sus violaciones de la
libertad religiosa. Por cuanto Reeves tenga probablemente razón, y "petróleo
a cambio de la ley del silencio sobre las violaciones de los derechos
humanos" sea el principal trueque, para Francia y sus ocasionales aliados,
hay también otro trueque: evitando las condenas internacionales o en
cualquier caso medidas incisivas hoy contra Sudán, ayer contra Iraq, Chirac
y sus homólogos rusos y chinos se crean unos amigos que con toda seguridad
votarán en contra de cualquier censura de las violaciones de la libertad
religiosa en sus países, en las esperanzas de Chirac llevando tras de sí un
bloque árabe-islámico y africano capaz de constituir, en las comisiones ONU,
una clara mayoría. Así no sólo quedarán a salvo los derechos petrolíferos de
las industrias francesas en Sudán, sino el soldado Chirac escapará también a
las censuras internacionales por la política francesa en tema de "sectas" y
minorías religiosas. Mientras tanto, los pacifistas continúan desfilando
desinteresándose de Sudán, y los sudaneses siguen muriendo..
http://www.iespana.es/revista-arbil/(68)ange.htm
Atentamente
Adrian Longueira
El autor, director del Cesnur, el Centro Estudios sobre las Nuevas
Religiones, ofrece una articulada y útil contribución para la comprensión de
algunas posturas de Francia en tema de política internacional y de libertad
religiosa
"¿Cómo los Estados Unidos y la comunidad internacional tienen que responder
a un régimen brutal y déspotico de un país árabe que tiene evidentes
conexiones con el terrorismo internacional? (...)¿Qué hacer si este régimen
posee grandes riquezas petrolíferas, que hacen sus defectos morales
invisibles para quienes se preocupan solamente de la explotación futura de
grandes reservas de petróleo y de la caza a los petrodólares? Si este
régimen es una amenaza para sus vecinos, incumple sistemáticamente los
compromisos internacionales que ha asumido y ataca con regularidad a sus
mismos ciudadanos con modalidades que incumplen la Convención de Ginebra,
¿cómo tenemos que responder?". Así comienza un editorial publicado el 2 de
abril de 2003 en el International Herald Tribune: un artículo que no habla
de Iraq, sino de Sudán. El autor no es un comentarista ocasional de
problemas sudaneses, sino el profesor Eric Reeves, docente en el prestigioso
Smith College, considerado como uno de los mayores expertos académicos
estadounidenses de Sudán. Tras feroces ataques contra sus lecciones en tema
de derechos humanos en Sudán y contra su universidad por parte del gobierno
sudanés y de varias sociedades petrolíferas internacionales que son socios
comerciales del mismo gobierno, Reeves ha decidido tomarse un año sabático
en el que se dedica a completar un esperado libro sobre el argumento.
La requisitoria de Reeves sigue un escueto esquema lógico, que no es difícil
de resumir. Quizás con razón, quizás sin ella muchos expertos de petróleo
piensan que el Sur de Sudán represente el próximo gran negocio petrolífero
mundial, con enormes reservas todavía en gran parte sin explorar. El actual
régimen militar-fundamentalista de Jartum, tras haber tratado sobre todo con
industrias canadienses (en el punto de mira sin embargo de su opinión
pública, sensible a los problemas de los derechos humanos), ha otorgado la
mayor parte de los derechos sobre el petróleo del Sudán meridional a la
sociedad francesa TotalFinaElf. Hay no obstante un pequeño problema: hasta
que en el Sur las minorías, en gran parte cristianas, que se oponen a la
islamización forzosa no abandonen su resistencia armada, los taladros
franceses no pueden empezar a funcionar. Años de limpieza étnica, reducción
a la esclavitud de miembros de las minorías religiosas, carestías provocadas
artificialmente que recuerdan las tácticas estalinistas, han hecho casi dos
millones de muertos, pero no han resuelto el problema, no obstante Sudán
anuncie periódicamente que treguas y acuerdos de paz han sido firmados y
serán esta vez respetados. Para consentir a los petroleros franceses - que
ya se arriesgan a perder los lucrosos contratos con Iraq a su tiempo
firmados por el gobierno de Sadam Huseín - de poner las manos sobre el
petróleo sudanés, haría falta una "solución final" del problema de las
minorías religiosas del Sur. Sudán tiene la fuerza militar para llevar a
cabo una guerra de exterminio, pero podría no tener la fuerza política para
resistir a las presiones internacionales. Para los intereses franceses, es
por tanto obligatorio que la comunidad internacional se desinterese de
Sudán. A la próxima convención de las Naciones Unidas sobre los derechos
humanos, Francia se opondrá a la renovación del mandato hasta ahora
concedido anualmente a los inspectores ONU encargados de verificar la
situación de los derechos humanos en Sudán, y a cualquier condena
internacional de Sudán. Es probable que Francia lo consiga, tan es así que
el año pasado otras maniobras francesas (con la ayuda de China y Rusia) han
instalado a la presidencia de la Comisión derechos humanos un representante
de Libia, y han excluido del ejecutivo de la Comisión a los Estados Unidos.
De esta manera, el gobierno de Sudán podrá continuar masacrando alegremente
a las propias minorías religiosas, sin temor de intervenciones
internacionales: el pacifista Chirac habrá asegurado la "paz" que no ha
podido garantizar a Iraq - donde "paz" es traducción del francés de libertad
para la industria petrolera de actuar tranquilamente, al socaire de ojos
indiscretos y sin preocuparse de nimiedades como la persecución de las
minorías étnicas y religiosas.
Hasta aquí Reeves, que seguramente será acusado de no haber tenido en cuenta
en su breve y polémico editorial las atrocidades en la guerra civil sudanesa
atribuidas también a algunos grupos de la coalición rebelde del Sur:
atrocidades con toda probabilidad reales, pero que no justifican el genocido
masivo realizado por Jartum. Si, no obstante, uno de los escenarios del
drama sudanés es el de Ginebra y el de la Comisión derechos humanos de la
ONU, a Reeves - como a muchos comentaristas que se ocuparon del debate
internacional sobre Iraq - falta una pieza importante del mosaico. Un
vistazo a los informes anuales del Departamento de Estado de los Estados
Unidos, a los mismos informes de la Comisión derechos humanos de la ONU, y a
los documentos de muchas organizaciones internacionales que se ocupan de la
libertad religiosa (1) muestra que no son sólo Sudán y otros países a
mayoría islámica (junto con Corea del Norte) a ser acusados de violación
sistemática de la libertad religiosa: cierto, sin las masacres y matanzas
masivas de Sudán, una persecución administrativa de minorías religiosas
impopulares (2) ha sido abundantemente documentada también en otros países.
Por supuesto, ninguna persona sensata equipara un genocidio con formas de
interferencia policial o de persecución fiscal y judicial de las minorías
religiosas: pero también éstas no pueden ser toleradas por quien realmente
se preocupe por la libertad religiosa. Una clasificación ideal ve en los
primeros puestos (en orden de gravedad de violaciones de la libertad
religiosa) a China, a Francia y a Rusia, seguidas (pero de lejos) por
Bélgica y Alemania. Tras la bandera de la lucha a las pocas "sectas
peligrosas" acusadas de actividades terroristas o de suicidios masivos (que
por supuesto existen, y de las que nadie niega la peligrosidad) estos países
cuelan la discriminación de decenas y a veces centenares de minorías
absolutamente pacíficas, acusadas además - en el clima de anti-americanismo
desquiciado que de manera distinta los caracteriza - de "americanizar" o
"colonizar espiritualmente" (3)la cultura nacional. También movimientos
católicos (en China y en Rusia, la Iglesia católica en su conjunto) han
caído en estas insidiosas redes.
Una mano lava la otra. El trío China-Francia-Rusia (con el apoyo, oscilante
pero no casual, de Alemania y de cuando en cuando de Bélgica, conforme a las
vicisitudes políticas internas de estos países) está también preocupado de
evitar las condenas internacionales, por otra parte ya formuladas en
documentos de la administración americana, por sus violaciones de la
libertad religiosa. Por cuanto Reeves tenga probablemente razón, y "petróleo
a cambio de la ley del silencio sobre las violaciones de los derechos
humanos" sea el principal trueque, para Francia y sus ocasionales aliados,
hay también otro trueque: evitando las condenas internacionales o en
cualquier caso medidas incisivas hoy contra Sudán, ayer contra Iraq, Chirac
y sus homólogos rusos y chinos se crean unos amigos que con toda seguridad
votarán en contra de cualquier censura de las violaciones de la libertad
religiosa en sus países, en las esperanzas de Chirac llevando tras de sí un
bloque árabe-islámico y africano capaz de constituir, en las comisiones ONU,
una clara mayoría. Así no sólo quedarán a salvo los derechos petrolíferos de
las industrias francesas en Sudán, sino el soldado Chirac escapará también a
las censuras internacionales por la política francesa en tema de "sectas" y
minorías religiosas. Mientras tanto, los pacifistas continúan desfilando
desinteresándose de Sudán, y los sudaneses siguen muriendo..
http://www.iespana.es/revista-arbil/(68)ange.htm
Atentamente
Adrian Longueira