Miguel
2006-10-13 04:25:32 UTC
Los cubanos que fueron difamados han sido redimidos. El que salio
despedido fue el que injustamente hizo esas decisiones sin ninguna
validez. Que sigan chillando los aduladores del regimen totalitario y
los envidiosos que dicen ser latinos!
El exilio continuara celebrando que, cubanos decentes, trabajadores y
amantes de la libertad hayan sido vindicados. Sin embargo, todavia el
Herald tendra que reparar el da~no causado, a pesar que el Sr. Fiedler
tuvo que pedir disculpas por declaraciones burdas que aqui leeran.
Diario Las Americas
Publicado el 10-06-2006
Lo que el Miami Herald debe aún reparar
Por Angel Cuadra
La desastrosa y censurable manera en la que The Miami Herald llevó a
cabo el despido y cierre de columna de tres periodistas, trajo
secuelas, conflictos y daños difíciles de reparar de inmediato.
Primero para la comunidad cubana exiliada en la que está la mayoría
de los suscriptores de dicho periódico. Segundo, para todos los
periodistas incluidos en el difamatorio e inadecuado reportaje del 8 de
septiembre pasado, del Miami Herald (en inglés y español), que
sirvió de argumento a la empresa para fundamentar los despidos por la
repercusión internacional a la que ha dado lugar la increíble
irresponsabilidad y poca visión a largo plazo de la empresa McClatchy
Company, como nuevo propietario y gerente de El Herald.
Más de 2,000 suscriptores de El Miami Herald han cancelado la
suscripción en este periódico, y no sólo de la comunidad cubana,
también de otras comunidades hispanas, en respuesta solidaria, ante la
actuación de la empresa en este caso. Es inadmisible, inadecuada y
propicia a toda clase de conjeturas, que un simple despido laboral,
propio de una cuestión interna de la empresa, ésta lo hiciera creando
un escándalo público, cuyas implicaciones condujeron a la opinión
aclaratoria y controversial de sectores y periodistas de toda la
nación, y hasta las repercusiones políticas en los medios de prensa
internacionales.
Por las motivaciones que sean, tanto las que admite como las que se
niega a admitir, El Herald en estos días ha dado marcha atrás, en una
recapacitación poco convincente, anunciando como medida para reparar
el daño causado, la restitución a sus puestos de los tres periodistas
despedidos, y el anticipado perdón a otros cinco o seis más que
trabajando para una empresa, han participado en programas de Radio y TV
Martí. Anunció que se hizo conjuntamente con la renuncia de Jesús
Díaz, director de la empresa.
Aún así, es reprochable la torpeza con la que El Herald procedió a
reparar su confesado error, exponiendo dicha reparación como la
concesión de una "amnistía", para los tres periodistas
despedidos, en un ostensible gesto de prepotente "persona vida".
Amnistía es el procedimiento por el cual el Poder Legislativo de un
país concede el perdón a los que han cometido un delito. Un delito es
el acto por el cual se infringen las leyes que rigen un país. Las
normas internas de una empresa no son leyes, cuya inobservancia
califica al delincuente.
No paran ahí las torpezas (usemos ese término) de la gerencia o altos
funcionarios de El Herald. En una mal reprimida soberbia, propia de
quien ha tenido que hacer algo a regañadientes, el señor Tom Fiedler
ha sido tan grosero e irrespetuoso que se le escapó su reprimida rabia
y llamó a los cubanos -que son suscriptores en lo mayor de su
periódico- que ha sido activista de estas protestas colectivas contra
el proceder de la empresa periodística The Miami Herald, con el
ofensivo y racista calificativo de perros Chihuahuas, atacando
precisamente a Radio Mambí, la emisora radial que tiene más audiencia
en el sur de la Florida.
Después, insidiosamente, el Sr. Fiedler trató de dividir a nuestra
comunidad y audiencia local, creyendo que congraciarse con una emisora,
con exclusión de la otra, iba a encontrar apoyo a su grosería, y no
ha sido así. Es procedente que todos los medios de difusión hispanos,
en solidaridad de colegas, exijan al ofensor su disculpa pública
efectiva a la emisora ofendida y sus miles de oyentes.
En segundo lugar, no basta con el desagravio de reponer en sus puestos
a los tres periodistas "amnistiados". El reportaje de Carlos
Corral, encargado al mismo por El Herald, y publicado con escándalo
público en la edición del 8 de septiembre, incluyó a "diez
influyentes periodistas del sur de la Florida". Luego, seis o siete
periodistas que nada tienen que ver con El Herald, por lo que no pueden
constituir un "conflicto de intereses" para El Herald, por
participar en programas de Radio y TV Martí, fueron incluidos con mal
intencionada -por inadecuada difamación- en el citado reportaje,
como si éste hubiera descubierto un pacto secreto para cometer un
delito, al recibir "pagos del gobierno federal", lo cual, como
quedó probado, es práctica usual entre los más destacados
periodistas de este país.
Pero esa noticia así presentada (y eso era de elemental suposición
por la gerencia de The Miami Herald) iba a trascender a los medios de
prensa internacionales, difundida a su insidiosa manera, por la
propaganda del gobierno castrocomunista que, conocedor de antemano del
contenido de tal reportaje, anunció en el libelo Granma dicha noticia
de este modo: "Periodistas mercenarios reciben paga del gobierno para
atacar a Cuba". Y en esos mismos términos difamatorios lo han
repetido periódicos y otros medios informativos de varios países,
como fue el caso de La Jornada, en México, lo que hube de citar
textualmente en mi anterior artículo.
En esos otros países no ha habido los informes aclaratorios que se han
hecho al respecto en los medios de comunicación de Estados Unidos,
que, por otra parte, no tendrán en esos países mucho interés en
tales aclaraciones, más allá del sensacionalismo recogido de la
prensa comunista cubana, en detrimento internacional de los otros
periodistas cubanos que, sin necesidad, incluyó el reportaje de El
Herald, que es responsable directa y dolorosamente del daño que ha
causado a los mismos.
Luego, con la restitución en sus puestos de los tres periodistas
"amnistiados", The Miami Herald y la empresa matriz The McClatchy
Company, no han reparado el daño causado. No se puede quedar en la
simple y burda reparación de un asunto laboral interno de la empresa;
porque eso es lo que debió hacer, como adecuado trámite y como
exclusiva competencia que tenía sólo sobre sus tres empleados, a los
que debió concretarse el reportaje que el señor Corral realizó,
siempre dentro del alcance y los objetivos ordenados por la empresa.
Al darle implicaciones internacionales -con ostensible intención
dolosa-, al Miami Herald le corresponde (y tenemos que reclamarlo) una
amplia disculpa pública a cada uno de esos periodistas que no son
empleados de El Herald. Y, más aún, extender esa disculpa y
aclaración a los medios de información internacionales, ya que es de
la exclusiva responsabilidad de The Miami Herald el llevar más allá
de nuestras fronteras este asunto, para beneficio del régimen
totalitario cubano.
despedido fue el que injustamente hizo esas decisiones sin ninguna
validez. Que sigan chillando los aduladores del regimen totalitario y
los envidiosos que dicen ser latinos!
El exilio continuara celebrando que, cubanos decentes, trabajadores y
amantes de la libertad hayan sido vindicados. Sin embargo, todavia el
Herald tendra que reparar el da~no causado, a pesar que el Sr. Fiedler
tuvo que pedir disculpas por declaraciones burdas que aqui leeran.
Diario Las Americas
Publicado el 10-06-2006
Lo que el Miami Herald debe aún reparar
Por Angel Cuadra
La desastrosa y censurable manera en la que The Miami Herald llevó a
cabo el despido y cierre de columna de tres periodistas, trajo
secuelas, conflictos y daños difíciles de reparar de inmediato.
Primero para la comunidad cubana exiliada en la que está la mayoría
de los suscriptores de dicho periódico. Segundo, para todos los
periodistas incluidos en el difamatorio e inadecuado reportaje del 8 de
septiembre pasado, del Miami Herald (en inglés y español), que
sirvió de argumento a la empresa para fundamentar los despidos por la
repercusión internacional a la que ha dado lugar la increíble
irresponsabilidad y poca visión a largo plazo de la empresa McClatchy
Company, como nuevo propietario y gerente de El Herald.
Más de 2,000 suscriptores de El Miami Herald han cancelado la
suscripción en este periódico, y no sólo de la comunidad cubana,
también de otras comunidades hispanas, en respuesta solidaria, ante la
actuación de la empresa en este caso. Es inadmisible, inadecuada y
propicia a toda clase de conjeturas, que un simple despido laboral,
propio de una cuestión interna de la empresa, ésta lo hiciera creando
un escándalo público, cuyas implicaciones condujeron a la opinión
aclaratoria y controversial de sectores y periodistas de toda la
nación, y hasta las repercusiones políticas en los medios de prensa
internacionales.
Por las motivaciones que sean, tanto las que admite como las que se
niega a admitir, El Herald en estos días ha dado marcha atrás, en una
recapacitación poco convincente, anunciando como medida para reparar
el daño causado, la restitución a sus puestos de los tres periodistas
despedidos, y el anticipado perdón a otros cinco o seis más que
trabajando para una empresa, han participado en programas de Radio y TV
Martí. Anunció que se hizo conjuntamente con la renuncia de Jesús
Díaz, director de la empresa.
Aún así, es reprochable la torpeza con la que El Herald procedió a
reparar su confesado error, exponiendo dicha reparación como la
concesión de una "amnistía", para los tres periodistas
despedidos, en un ostensible gesto de prepotente "persona vida".
Amnistía es el procedimiento por el cual el Poder Legislativo de un
país concede el perdón a los que han cometido un delito. Un delito es
el acto por el cual se infringen las leyes que rigen un país. Las
normas internas de una empresa no son leyes, cuya inobservancia
califica al delincuente.
No paran ahí las torpezas (usemos ese término) de la gerencia o altos
funcionarios de El Herald. En una mal reprimida soberbia, propia de
quien ha tenido que hacer algo a regañadientes, el señor Tom Fiedler
ha sido tan grosero e irrespetuoso que se le escapó su reprimida rabia
y llamó a los cubanos -que son suscriptores en lo mayor de su
periódico- que ha sido activista de estas protestas colectivas contra
el proceder de la empresa periodística The Miami Herald, con el
ofensivo y racista calificativo de perros Chihuahuas, atacando
precisamente a Radio Mambí, la emisora radial que tiene más audiencia
en el sur de la Florida.
Después, insidiosamente, el Sr. Fiedler trató de dividir a nuestra
comunidad y audiencia local, creyendo que congraciarse con una emisora,
con exclusión de la otra, iba a encontrar apoyo a su grosería, y no
ha sido así. Es procedente que todos los medios de difusión hispanos,
en solidaridad de colegas, exijan al ofensor su disculpa pública
efectiva a la emisora ofendida y sus miles de oyentes.
En segundo lugar, no basta con el desagravio de reponer en sus puestos
a los tres periodistas "amnistiados". El reportaje de Carlos
Corral, encargado al mismo por El Herald, y publicado con escándalo
público en la edición del 8 de septiembre, incluyó a "diez
influyentes periodistas del sur de la Florida". Luego, seis o siete
periodistas que nada tienen que ver con El Herald, por lo que no pueden
constituir un "conflicto de intereses" para El Herald, por
participar en programas de Radio y TV Martí, fueron incluidos con mal
intencionada -por inadecuada difamación- en el citado reportaje,
como si éste hubiera descubierto un pacto secreto para cometer un
delito, al recibir "pagos del gobierno federal", lo cual, como
quedó probado, es práctica usual entre los más destacados
periodistas de este país.
Pero esa noticia así presentada (y eso era de elemental suposición
por la gerencia de The Miami Herald) iba a trascender a los medios de
prensa internacionales, difundida a su insidiosa manera, por la
propaganda del gobierno castrocomunista que, conocedor de antemano del
contenido de tal reportaje, anunció en el libelo Granma dicha noticia
de este modo: "Periodistas mercenarios reciben paga del gobierno para
atacar a Cuba". Y en esos mismos términos difamatorios lo han
repetido periódicos y otros medios informativos de varios países,
como fue el caso de La Jornada, en México, lo que hube de citar
textualmente en mi anterior artículo.
En esos otros países no ha habido los informes aclaratorios que se han
hecho al respecto en los medios de comunicación de Estados Unidos,
que, por otra parte, no tendrán en esos países mucho interés en
tales aclaraciones, más allá del sensacionalismo recogido de la
prensa comunista cubana, en detrimento internacional de los otros
periodistas cubanos que, sin necesidad, incluyó el reportaje de El
Herald, que es responsable directa y dolorosamente del daño que ha
causado a los mismos.
Luego, con la restitución en sus puestos de los tres periodistas
"amnistiados", The Miami Herald y la empresa matriz The McClatchy
Company, no han reparado el daño causado. No se puede quedar en la
simple y burda reparación de un asunto laboral interno de la empresa;
porque eso es lo que debió hacer, como adecuado trámite y como
exclusiva competencia que tenía sólo sobre sus tres empleados, a los
que debió concretarse el reportaje que el señor Corral realizó,
siempre dentro del alcance y los objetivos ordenados por la empresa.
Al darle implicaciones internacionales -con ostensible intención
dolosa-, al Miami Herald le corresponde (y tenemos que reclamarlo) una
amplia disculpa pública a cada uno de esos periodistas que no son
empleados de El Herald. Y, más aún, extender esa disculpa y
aclaración a los medios de información internacionales, ya que es de
la exclusiva responsabilidad de The Miami Herald el llevar más allá
de nuestras fronteras este asunto, para beneficio del régimen
totalitario cubano.
http://tinyurl.com/yxupsc
Pandemonio: El fertilizante al fin llega al ventilador en el Herald
Por Max J. Castro
Ejecutivos de The Miami Herald aseguraron que estaban
"escandalizados, escandalizados, escandalizados" cuando supieron
que desde 2001 dos reporteros y una crítica cultural independiente
habían recibido entre $15,000 y $175 000 dólares por aparecer en
Radio y TV Martí. De inmediato despidieron a los dos reporteros de
tiempo completo y cortaron la relación contractual con la
independiente.
El problema es que para creer las protestas de los mandamases del
Herald, uno tiene que aceptar no solo que se quedaron dormidos, sino
que estaban en un profundo y prolongado estupor. Una situación más
probable es que en los altos niveles se hicieron de la vista gorda a
medida que el margen de ganancias y las agendas ideológicas abrumaron
las preocupaciones periodísticas y la gente temía por su carrera, su
trabajo y su pensión en un entorno cada vez más inseguro en el
periódico.
La ecuación cambió con los nuevos propietarios, quienes probablemente
no estaban preparados para el nivel que el Herald había comprometido
su independencia con tal de congraciarse con las corrientes dominantes
del sentimiento anticastrista en Miami. Sacrificar a tres periodistas
puede haber sido una respuesta de pánico al comprender que el juego
había terminado y que no se podía mantener engañados a los nuevos
jefes por siempre.
Pero la podredumbre fue más allá de tres empleados. Tenia que ver con
un patrón de colaboración sistemática entre la publicación hermana
en español del Herald y las estaciones del gobierno norteamericano
que transmiten propaganda anticastrista hacia Cuba, una connivencia
aprobada al más alto nivel. Esa no es la opinión de un crítico; es
la conclusión ineludible de la propia investigación de The Miami
Herald, la cual fue reportada en un artículo que apareció el 8 de
"La investigación demostró que además de tres reporteros, otros
seis miembros del personal de El Nuevo Herald recibieron en el pasado
pagos por trabajos hechos para TV Martí. Todos menos uno dijeron que
sus acuerdos habían sido aprobados por el anterior editor de El Nuevo,
el difunto Carlos Castañeda.
"Después de una cuidadosa revisión de documentos federales, The
Miami Herald descubrió que 49 periodistas fijos o colaboradores de
medios locales de información también recibieron pagos de Radio y TV
Martí entre octubre de 2001 y agosto de 2006. Entre ellos había ocho
miembros del personal de El Nuevo Herald, los que habían cobrado entre
$125 y $175 000 dólares, y 29 independientes que colaboran con El
Nuevo. Ellos recibieron entre $100 y $110 000 durante un período de
cinco años."
Las 37 personas que trabajaban de alguna manera para El Nuevo Herald y
que también recibieron dinero de Radio Y TV Martí no pueden
sorprender incluso al lector ocasional del periódico. Es difícil
culpar demasiado a los miembros de El Nuevo Herald por suponer que
ambas entidades, el periódico y las estaciones de propaganda, estaban
dedicadas a la misma misión.
Hace más de una década en un acto público, Ramón Mestre, él mismo
ex miembro de Radio Martí y en esa época editor de la página
editorial de El Nuevo Herald, dijo que él pensaba que el periódico
debiera ser "el periódico de la oposición que no existe en Cuba".
En otras palabras, si en La Habana Granma es el periódico del Partido
Comunista, en Miami El Nuevo Herald debe ser el periódico del partido
anticomunista.
Con toda justicia, sin duda Mestre tenía un visión más democrática
de lo que un periódico de la oposición cubana debiera ser que la de
la vasta mayoría de las personas que han tenido posiciones de poder en
El Nuevo Herald. Es más, Mestre fue la persona que me invitó a
escribir columnas para El Nuevo Herald. Posteriormente, tanto él como
yo fuimos expulsados del periódico --simultáneamente y no por
casualidad-- cuando Carlos Castañeda se convirtió en el editor. Y
aunque estoy en desacuerdo con Ramón en cuanto a lo que El Nuevo
Herald debe aspirar a ser, así como en cuanto a muchas otras cosas,
siento profunda admiración y respeto por su valentía y por su
creencia en la libertad de expresión, la cual sobrepasa en mucho la
que encontré después en mi relación con dos editores en The Miami
Herald que disfrutan de una reputación poco merecida en comparación
con las mismas virtudes que Mestre mostró en abundancia: Tom Fiedler y
Joe Oglesby. Ramón nunca censuró ni suprimió ninguna de mis
columnas, incluyendo a varias mucho más críticas que cualquier que yo
haya escrito para el periódico en inglés; tanto Fiedler como Oglesby
sí lo hicieron.
Mestre fue profético al describir la vocación ideológica de El Nuevo
Herald. Durante la mayor parte de la estancia de Mestre, El Nuevo
Herald, aunque no era justo o balanceado, hacía algunas concesiones al
pluralismo y mantenía atisbos de objetividad. Pronto cambiaría.
Se han aducido diferencias culturales, lingüísticas y filosóficas en
relación con las normas periodísticas que dividen a los editores y
reporteros en The Miami Herald y El Nuevo Herald para explicar el
presente desorden en One Herald Plaza. La verdadera historia es que el
actual pandemonio en el Herald es el producto predecible de años de
tratar de llevarse en paz con los proponentes de línea dura de la
causa anticastrista, a fin de sacárselos de encima en el periódico
para poder tener las jugosas ganancias que exige Wall Street. En el
caso de El Nuevo Herald, ha sido abierta y descarada la manera en que
se les ha consentido durante muchos años, y con el tiempo se ha
intensificado, en vez de disminuir. En The Miami Herald el fenómeno es
más reciente y sutil, pero también más insidioso.
Durante décadas, la tentación de hacerle el juego a los sentimientos
de línea dura de la comunidad de exiliados cubanos fue resistida por
algunos jefes del Herald, principalmente el ex director David Lawrence,
pero se hizo a un alto costo tanto para ellos como para el periódico.
Otros en el Herald contemporizaron hasta cierto punto o simplemente
trataron de mantenerse a distancia. El punto de viraje del
enfrentamiento con ellos a unirse a ellos llegó con el surgimiento de
Alberto Ibargüen, un ejecutivo dedicado a los negocios sin raíces
periodísticas que primero se convirtió en director de El Nuevo Herald
y más tarde ocupó el alto cargo en el periódico en inglés.
Bajo Ibargüen, El Nuevo Herald perpetró una de las mayores
atrocidades en la más reciente historia del periodismo en EEUU.
Sucedió cuando el periódico una noticia en la primera plana de una
edición dominical, en lugar preferencial, que decía que una mujer que
aseguraba ser una neuróloga había tratado en un hospital cubano a un
Fidel Castro en coma. Todos los elementos del largo artículo,
incluyendo el nombre de uso la falsa doctora, resultaron ser mentira.
Sin embargo, durante varios días el periódico aseguró que era
cierta; nunca explicó cómo y por qué sus editores y el único
reportero (Pablo Alfonso, que recientemente se reveló como el
principal beneficiario de la generosidad de Radio/TV Martí de entre el
personal de El Nuevo Herald, con $175 000 dólares) fueron engañados.
Peor aún, el periódico nunca se excusó ante los lectores.
Ibargüen también se dedicó a algunos sorprendentes halagos cuando
dirigió El Nuevo, incluyendo la publicación de una sección especial
para conmemorar el deceso y celebrar la vida y logros del jefe de la
Fundación Nacional Cubano-Americana Jorge Mas Canosa.
Pero con Mestre al frente de las páginas de opinión en El Nuevo
Herald y Lawrence en control de The Miami Herald, Ibargüen podía
llegar hasta un punto. Pero toda sucia acción tiene su recompensa en
este mundo de los medios que buscan ganancias. Ibargüen pronto fue
promovido a director de The Miami Herald, un cargo que le permitió
llevar ambos periódicos a la derecha, especialmente en lo que se
refería a Cuba.
Ibargüen nombró a Carlos Castañeda como jefe del periódico en
español y a Tom Fiedler para dirigir las páginas editoriales de The
Miami Herald. Castañeda había sido editor de un periódico de centro
derecha en Puerto Rico, conocido más por su éxito financiero que por
su excelencia periodística. Fiedler, a quien muchos consideraban un
liberal moderado, me dijo que la razón por la que los editoriales del
Herald relacionados con Cuba se habían inclinado más a la línea dura
desde que él había tomado las riendas era porque él era más
"conservador" que su predecesor Jim Hampton, de ninguna manera un
liberal de corazón acerca de Cuba ni de ningún otro tema.
No es coincidencia a pronto comenzaran a desaparecer de El Nuevo Herald
las voces disidentes y que fueran reemplazadas por fanáticos de la
Vieja Guardia. Los editoriales del Miami Herald acerca de Cuba se
hicieron considerablemente más frecuentes y decididamente más
virulentos, mientras que la critica a la política norteamericana hacia
la isla y a la politiquería del exilio se fue asordinando
progresivamente. Pronto la única voz que se enfrentaba de manera
regular a los de la línea dura y presentaba una visión alternativa
fue desterrada del periódico. Finalmente, al igual que el Partido
Republicano de George Bush y Karl Rove, The Miami Herald tuvo un solo
mensaje que enviar acerca de Cuba.
Para cuando Jesús Díaz se hizo cargo del Herald, la misión de El
Nuevo y de las emisoras Martí se habían entrelazado al igual que el
personal respectivo. El propio Díaz estuvo en la junta de fideicomiso
del proyecto de régimen de Cuba de la administración Bush con sede en
la Universidad de Miami, la misma institución que sirvió de fachada
para ataques armados contra Cuba, organizados por la CIA a principios
de la década de 1960. Los editoriales del Miami Herald acerca de Cuba
ya no provocaban protestas ni siquiera de los de la línea dura en
Calle Ocho. Los columnistas que escribían regularmente acerca de Cuba
compartían casi todas las opiniones de línea dura o, al menos, no se
enfrentaban constantemente a ellas. Cuando surgía alguien como Jim
DeFede, que amenazaba con hacer justamente eso, era despedido
rápidamente, por una causa que no tenía relación alguna. Cuando el
viejo columnista profesional Carl Hiaasen y la neófita Ana Menéndez
trataron de hacer su trabajo participando en la noticia más candente
de la ciudad, los despidos de los periodistas de El Nuevo Herald, el
director estaba dispuesto a eliminar sus columnas para evitar otras
"ofensas a la comunidad". Díaz aseguró que se arrepintió sólo
después de haber sido persuadido de que al censurar las columnas
estaría atacando las mismas libertades que deseaba defender. Lo cierto
es que quienes evitaron que eliminara las columnas fueron los nuevos
supervisores corporativos del Herald, después de que Carl Hiaasen les
advirtiera que renunciaría si eso sucedía. Imposibilitado de poner en
práctica el arbitrario poder de su predecesor, Díaz renunció.
Todo este debate pudiera significar una ventaja si los nuevos
propietarios de The Miami Herald
usan la oportunidad para repensar a ambos Heralds de arriba abajo y
para decidir si desean que los periódicos sean empresas periodísticas
de primera línea caracterizadas por el pluralismo y el balance o los
peones de un sector estrecho y fanático de la comunidad. Debieran
comenzar por la comprensión de que una clara mayoría del pueblo de
Miami, incluyendo una creciente proporción de cubano-americanos, está
en desacuerdo con las opiniones de los de línea dura y están ansiosos
por un debate real y una presentación objetiva de las noticias.
Pandemonio: El fertilizante al fin llega al ventilador en el Herald
Por Max J. Castro
Ejecutivos de The Miami Herald aseguraron que estaban
"escandalizados, escandalizados, escandalizados" cuando supieron
que desde 2001 dos reporteros y una crítica cultural independiente
habían recibido entre $15,000 y $175 000 dólares por aparecer en
Radio y TV Martí. De inmediato despidieron a los dos reporteros de
tiempo completo y cortaron la relación contractual con la
independiente.
El problema es que para creer las protestas de los mandamases del
Herald, uno tiene que aceptar no solo que se quedaron dormidos, sino
que estaban en un profundo y prolongado estupor. Una situación más
probable es que en los altos niveles se hicieron de la vista gorda a
medida que el margen de ganancias y las agendas ideológicas abrumaron
las preocupaciones periodísticas y la gente temía por su carrera, su
trabajo y su pensión en un entorno cada vez más inseguro en el
periódico.
La ecuación cambió con los nuevos propietarios, quienes probablemente
no estaban preparados para el nivel que el Herald había comprometido
su independencia con tal de congraciarse con las corrientes dominantes
del sentimiento anticastrista en Miami. Sacrificar a tres periodistas
puede haber sido una respuesta de pánico al comprender que el juego
había terminado y que no se podía mantener engañados a los nuevos
jefes por siempre.
Pero la podredumbre fue más allá de tres empleados. Tenia que ver con
un patrón de colaboración sistemática entre la publicación hermana
en español del Herald y las estaciones del gobierno norteamericano
que transmiten propaganda anticastrista hacia Cuba, una connivencia
aprobada al más alto nivel. Esa no es la opinión de un crítico; es
la conclusión ineludible de la propia investigación de The Miami
Herald, la cual fue reportada en un artículo que apareció el 8 de
"La investigación demostró que además de tres reporteros, otros
seis miembros del personal de El Nuevo Herald recibieron en el pasado
pagos por trabajos hechos para TV Martí. Todos menos uno dijeron que
sus acuerdos habían sido aprobados por el anterior editor de El Nuevo,
el difunto Carlos Castañeda.
"Después de una cuidadosa revisión de documentos federales, The
Miami Herald descubrió que 49 periodistas fijos o colaboradores de
medios locales de información también recibieron pagos de Radio y TV
Martí entre octubre de 2001 y agosto de 2006. Entre ellos había ocho
miembros del personal de El Nuevo Herald, los que habían cobrado entre
$125 y $175 000 dólares, y 29 independientes que colaboran con El
Nuevo. Ellos recibieron entre $100 y $110 000 durante un período de
cinco años."
Las 37 personas que trabajaban de alguna manera para El Nuevo Herald y
que también recibieron dinero de Radio Y TV Martí no pueden
sorprender incluso al lector ocasional del periódico. Es difícil
culpar demasiado a los miembros de El Nuevo Herald por suponer que
ambas entidades, el periódico y las estaciones de propaganda, estaban
dedicadas a la misma misión.
Hace más de una década en un acto público, Ramón Mestre, él mismo
ex miembro de Radio Martí y en esa época editor de la página
editorial de El Nuevo Herald, dijo que él pensaba que el periódico
debiera ser "el periódico de la oposición que no existe en Cuba".
En otras palabras, si en La Habana Granma es el periódico del Partido
Comunista, en Miami El Nuevo Herald debe ser el periódico del partido
anticomunista.
Con toda justicia, sin duda Mestre tenía un visión más democrática
de lo que un periódico de la oposición cubana debiera ser que la de
la vasta mayoría de las personas que han tenido posiciones de poder en
El Nuevo Herald. Es más, Mestre fue la persona que me invitó a
escribir columnas para El Nuevo Herald. Posteriormente, tanto él como
yo fuimos expulsados del periódico --simultáneamente y no por
casualidad-- cuando Carlos Castañeda se convirtió en el editor. Y
aunque estoy en desacuerdo con Ramón en cuanto a lo que El Nuevo
Herald debe aspirar a ser, así como en cuanto a muchas otras cosas,
siento profunda admiración y respeto por su valentía y por su
creencia en la libertad de expresión, la cual sobrepasa en mucho la
que encontré después en mi relación con dos editores en The Miami
Herald que disfrutan de una reputación poco merecida en comparación
con las mismas virtudes que Mestre mostró en abundancia: Tom Fiedler y
Joe Oglesby. Ramón nunca censuró ni suprimió ninguna de mis
columnas, incluyendo a varias mucho más críticas que cualquier que yo
haya escrito para el periódico en inglés; tanto Fiedler como Oglesby
sí lo hicieron.
Mestre fue profético al describir la vocación ideológica de El Nuevo
Herald. Durante la mayor parte de la estancia de Mestre, El Nuevo
Herald, aunque no era justo o balanceado, hacía algunas concesiones al
pluralismo y mantenía atisbos de objetividad. Pronto cambiaría.
Se han aducido diferencias culturales, lingüísticas y filosóficas en
relación con las normas periodísticas que dividen a los editores y
reporteros en The Miami Herald y El Nuevo Herald para explicar el
presente desorden en One Herald Plaza. La verdadera historia es que el
actual pandemonio en el Herald es el producto predecible de años de
tratar de llevarse en paz con los proponentes de línea dura de la
causa anticastrista, a fin de sacárselos de encima en el periódico
para poder tener las jugosas ganancias que exige Wall Street. En el
caso de El Nuevo Herald, ha sido abierta y descarada la manera en que
se les ha consentido durante muchos años, y con el tiempo se ha
intensificado, en vez de disminuir. En The Miami Herald el fenómeno es
más reciente y sutil, pero también más insidioso.
Durante décadas, la tentación de hacerle el juego a los sentimientos
de línea dura de la comunidad de exiliados cubanos fue resistida por
algunos jefes del Herald, principalmente el ex director David Lawrence,
pero se hizo a un alto costo tanto para ellos como para el periódico.
Otros en el Herald contemporizaron hasta cierto punto o simplemente
trataron de mantenerse a distancia. El punto de viraje del
enfrentamiento con ellos a unirse a ellos llegó con el surgimiento de
Alberto Ibargüen, un ejecutivo dedicado a los negocios sin raíces
periodísticas que primero se convirtió en director de El Nuevo Herald
y más tarde ocupó el alto cargo en el periódico en inglés.
Bajo Ibargüen, El Nuevo Herald perpetró una de las mayores
atrocidades en la más reciente historia del periodismo en EEUU.
Sucedió cuando el periódico una noticia en la primera plana de una
edición dominical, en lugar preferencial, que decía que una mujer que
aseguraba ser una neuróloga había tratado en un hospital cubano a un
Fidel Castro en coma. Todos los elementos del largo artículo,
incluyendo el nombre de uso la falsa doctora, resultaron ser mentira.
Sin embargo, durante varios días el periódico aseguró que era
cierta; nunca explicó cómo y por qué sus editores y el único
reportero (Pablo Alfonso, que recientemente se reveló como el
principal beneficiario de la generosidad de Radio/TV Martí de entre el
personal de El Nuevo Herald, con $175 000 dólares) fueron engañados.
Peor aún, el periódico nunca se excusó ante los lectores.
Ibargüen también se dedicó a algunos sorprendentes halagos cuando
dirigió El Nuevo, incluyendo la publicación de una sección especial
para conmemorar el deceso y celebrar la vida y logros del jefe de la
Fundación Nacional Cubano-Americana Jorge Mas Canosa.
Pero con Mestre al frente de las páginas de opinión en El Nuevo
Herald y Lawrence en control de The Miami Herald, Ibargüen podía
llegar hasta un punto. Pero toda sucia acción tiene su recompensa en
este mundo de los medios que buscan ganancias. Ibargüen pronto fue
promovido a director de The Miami Herald, un cargo que le permitió
llevar ambos periódicos a la derecha, especialmente en lo que se
refería a Cuba.
Ibargüen nombró a Carlos Castañeda como jefe del periódico en
español y a Tom Fiedler para dirigir las páginas editoriales de The
Miami Herald. Castañeda había sido editor de un periódico de centro
derecha en Puerto Rico, conocido más por su éxito financiero que por
su excelencia periodística. Fiedler, a quien muchos consideraban un
liberal moderado, me dijo que la razón por la que los editoriales del
Herald relacionados con Cuba se habían inclinado más a la línea dura
desde que él había tomado las riendas era porque él era más
"conservador" que su predecesor Jim Hampton, de ninguna manera un
liberal de corazón acerca de Cuba ni de ningún otro tema.
No es coincidencia a pronto comenzaran a desaparecer de El Nuevo Herald
las voces disidentes y que fueran reemplazadas por fanáticos de la
Vieja Guardia. Los editoriales del Miami Herald acerca de Cuba se
hicieron considerablemente más frecuentes y decididamente más
virulentos, mientras que la critica a la política norteamericana hacia
la isla y a la politiquería del exilio se fue asordinando
progresivamente. Pronto la única voz que se enfrentaba de manera
regular a los de la línea dura y presentaba una visión alternativa
fue desterrada del periódico. Finalmente, al igual que el Partido
Republicano de George Bush y Karl Rove, The Miami Herald tuvo un solo
mensaje que enviar acerca de Cuba.
Para cuando Jesús Díaz se hizo cargo del Herald, la misión de El
Nuevo y de las emisoras Martí se habían entrelazado al igual que el
personal respectivo. El propio Díaz estuvo en la junta de fideicomiso
del proyecto de régimen de Cuba de la administración Bush con sede en
la Universidad de Miami, la misma institución que sirvió de fachada
para ataques armados contra Cuba, organizados por la CIA a principios
de la década de 1960. Los editoriales del Miami Herald acerca de Cuba
ya no provocaban protestas ni siquiera de los de la línea dura en
Calle Ocho. Los columnistas que escribían regularmente acerca de Cuba
compartían casi todas las opiniones de línea dura o, al menos, no se
enfrentaban constantemente a ellas. Cuando surgía alguien como Jim
DeFede, que amenazaba con hacer justamente eso, era despedido
rápidamente, por una causa que no tenía relación alguna. Cuando el
viejo columnista profesional Carl Hiaasen y la neófita Ana Menéndez
trataron de hacer su trabajo participando en la noticia más candente
de la ciudad, los despidos de los periodistas de El Nuevo Herald, el
director estaba dispuesto a eliminar sus columnas para evitar otras
"ofensas a la comunidad". Díaz aseguró que se arrepintió sólo
después de haber sido persuadido de que al censurar las columnas
estaría atacando las mismas libertades que deseaba defender. Lo cierto
es que quienes evitaron que eliminara las columnas fueron los nuevos
supervisores corporativos del Herald, después de que Carl Hiaasen les
advirtiera que renunciaría si eso sucedía. Imposibilitado de poner en
práctica el arbitrario poder de su predecesor, Díaz renunció.
Todo este debate pudiera significar una ventaja si los nuevos
propietarios de The Miami Herald
usan la oportunidad para repensar a ambos Heralds de arriba abajo y
para decidir si desean que los periódicos sean empresas periodísticas
de primera línea caracterizadas por el pluralismo y el balance o los
peones de un sector estrecho y fanático de la comunidad. Debieran
comenzar por la comprensión de que una clara mayoría del pueblo de
Miami, incluyendo una creciente proporción de cubano-americanos, está
en desacuerdo con las opiniones de los de línea dura y están ansiosos
por un debate real y una presentación objetiva de las noticias.