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Comunicado de la FNFF: Un decálogo de razones para no exhumar los restos de Francisco Franco del Valle de los Caídos
(demasiado antiguo para responder)
Paquito Mercadero
2018-06-30 23:26:49 UTC
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Comunicado de la FNFF: Un decálogo de razones para no exhumar los restos
de Francisco Franco del Valle de los Caídos

http://www.alertadigital.com/2018/06/27/comunicado-de-la-fnff-un-decalogo-de-razones-para-no-exhumar-los-restos-de-franco-del-valle-de-los-caidos/


FNFF (Remitido).- El 20 de noviembre de 1975, falleció Francisco Franco
Bahamonde en una residencia sanitaria de la Seguridad Social creada por
él. Todos los españoles que tienen memoria de ese momento pueden
confirmar que la muerte del Generalísimo Franco se produjo en medio del
dolor, el reconocimiento y la gratitud de la mayoría de los españoles
hacia quien había hecho posible la época de paz y desarrollo más
prolongada que había disfrutado nuestra patria a lo largo de los siglos.

Todos los gobiernos de las naciones de nuestro entorno trasladaron al
Gobierno español mensajes de condolencia y reconocimiento a quien había
regido los destinos de la patria durante cuarenta años. En la Asamblea
de la ONU se guardó un minuto de silencio por el fallecimiento del Jefe
del Estado Español y el 22 de Noviembre de 1975, y ante el arca de la
sinagoga de Nueva York, el rabino de la misma hizo una rogativa especial
por el alma del Caudillo “…por haber tenido piedad de los judíos…”.

Cabe recordar aquí la carta que al finalizar la II GM, el entonces
Presidente del Congreso Mundial judío, Maurice L.Perlzweig, dirigió a
Franco en la que literalmente le decía que “los judíos son una raza
poseedora de gran memoria y no han de olvidar facilmente la oportunidad
que se ha brindado a miles de sus hermanos para salvar su existencia”.

Así, al fallecimiento del Generalísimo, el Editorial de la revista The
American Sephardi, publicada por la Universidad de Yeshiva (EE.UU.),
publicó lo siguiente: “ el Generalísimo Franco falleció el 20 de
noviembre de 1975. Al margen de cómo le juzgará la historia, lo que sí
es seguro que en la historia judía ocupará un puesto especial”.

Francisco Franco no dispuso en su testamento nada respecto al lugar de
su enterramiento ni dio instrucción alguna a su entorno familiar,
consciente de que no le correspondía a él tomar dicha decisión, por la
significación de su persona como servidor público y evitando así
cualquier clase de hipotecas a su sucesor, el Rey Juan Carlos I.

Francisco Franco fue enterrado en la parte posterior del altar mayor de
la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, siguiendo así la
tradición secular del derecho de Patronato, privilegio que la Iglesia
concedía en el Código Canónico entonces vigente, a los fundadores de un
lugar sagrado.

Nadie entonces, ni dentro ni fuera de España, cuestionó que el Jefe del
Estado recibiera sepultura en el lugar que había sido erigido como
monumento a la reconciliación en su deseo de que reposaran, bajo los
brazos de la mayor cruz del mundo, los españoles caídos en la contienda
civil, con independencia de su credo o ideología.

Pasaron los años, España se acostó aturdida y se levantó socialista y en
1986, el gobierno del PSOE hizo una impecable declaración institucional
en el cincuentenario del inicio de la guerra: “un Gobierno ecuánime no
puede renunciar a la historia de su pueblo, aunque no le guste, ni mucho
menos asumirla de manera mezquina y rencorosa.

Este Gobierno, por tanto, recuerda asimismo, con respeto a quienes,
desde posiciones distintas a las de la España democrática, lucharon por
una sociedad diferente a la que también muchos sacrificaron su propia
existencia.” (..) “para que nunca más, por ninguna razón, por ninguna
causa vuelva el espectro de la guerra civil y el odio a recorrer nuestro
país, a ensombrecer nuestra conciencia y a destruir nuestra libertad.”
España se encontraba ya reconciliada, miraba hacia un futuro prometedor
y los españoles no estaban dispuestos a resucitar los odios que habían
hecho correr ríos de sangre entre hermanos.

Tuvieron que pasar más de treinta años para que el espectro del odio
volviera de la mano de un PSOE que decidió rescatar el lado más
siniestro de su biografía. Rodríguez Zapatero, ante el silencio cómplice
y atolondrado de una derecha acomplejada y ayuna de referentes, aprobó
una infame ley que pretendía reescribir la historia desde el Boletín
Oficial del Estado, dividir de nuevo a los españoles en buenos y malos y
borrar cualquier rastro de las realizaciones de cuarenta años de la
historia de España, sobre los que para siempre habría de pesar la losa
de una estúpida y anacrónica condena, todo ello sobre la base de
legitimar como “legalidad republicana constituida” al proceso
revolucionario que estuvo a punto de convertir España en el segundo país
en el mundo en abrazar el comunismo soviético.

La izquierda, bajo la falsa y grosera excusa de dar digna sepultura a
aquellos caídos que yacieran en las “cunetas” (noble pretensión que
cualquier bien nacido debe compartir, sin olvidar que en ellas hay
caídos de los dos bandos, y que por supuesto esta Fundación apoya), se
apresuró a tratar de ganar en el parlamento la guerra que había
provocado en los años 30 al no conseguir su objetivo revolucionario y
que perdió en el campo de batalla, entretanto los descendientes de los
vencedores permanecieron impasibles mientras se echaba un manto de
estiércol sobre las tumbas de sus padres y abuelos, condenados
públicamente como si fueran vulgares criminales.

La verdadera “memoria histórica” acabó venciendo a Zapatero, que vio
frustrado su enconado intento de cerrar el valle de los Caídos ante la
resistencia numantina de miles de fieles con su presencia y oración y,
tras dejar España sumida en una crisis que se empeñaba en negar, entregó
el poder a una derecha medrosa que dejó las cosas como estaban porque
“lo único importante” era la economía. Mariano Rajoy, que con su natural
indolencia decidió dejar intacto el proyecto de ingeniería social de
Zapatero, dio paso a Pedro Sánchez, un discípulo de Zapatero que ha
llegado al poder de forma tan accidentada como su predecesor, y que
quiere culminar la obra de su maestro echando más carnaza a la extrema
izquierda y los separatistas. Sabedor de la precariedad de sus apoyos
parlamentarios, quiere aprovechar las alfombras para pagarse con dinero
público una campaña de imagen y de paso, ofrecerles en bandeja a los
profesionales del odio su presa más codiciada: el cadáver del Caudillo,
con el objetivo de escenificar una postrera humillación, no ya a
Francisco Franco, sino también a la a la media España que, en defensa de
sus ideales, osó retar y vencer al comunismo. Son muchos los españoles
que consideran que la exhumación de Francisco Franco supondría una
descalificación de un largo periodo de la historia de España, la
modernización de esta, la creación de nuestra extensa clase media y, por
supuesto, la restauración de la monarquía.

No lo van a tener fácil. Al menos, no con la ley en la mano. En un
Estado de derecho el poder está sometido al imperio de la ley y esta es
clara al exigir la autorización de la familia para llevar a cabo una
exhumación salvo que concurran razones sanitarias excepcionales. Una vez
que la familia de Francisco Franco se ha pronunciado de forma unánime,
clara y terminante en contra de cualquier exhumación y de la utilización
política de los restos mortales del Generalísimo, sólo podría cumplir el
gobierno su macabro propósito violentando la ley y la voluntad de sus
familiares.

La Iglesia también tiene algo que decir en este asunto. No sólo por
tratarse Franco de un Caballero de la Suprema Orden de Cristo
-condecoración reservada a jefes de estado católicos que se hayan
distinguido con méritos especialísimos hacia la Iglesia y la religión
católica- sino porque al estar el sepulcro del Caudillo en lugar sagrado
y por tanto inviolable, concretamente en el interior de una Basílica
Pontificia, la jerarquía eclesiástica ha dejado bien claro, una y otra
vez que sólo autorizaría la exhumación si así lo solicita la familia y
no se entendería que mantuviese una actitud tibia ante una pretensión
cuya finalidad es la de reabrir las heridas que se cerraron hace décadas
y que en definitiva es el primer paso para terminar con la Cruz más
grande del mundo y con el centro de oración y reconciliación que
constituye el Valle de los Caídos. Convertir el conjunto del Valle en
una especie de “parque temático” supondría a la postre la
desacralización del mismo.

Cabe preguntarse, por otro lado, qué imagen queremos dar al mundo de
este país cuando una mayoría parlamentaria formada por partidos
extremistas de todo tipo tiene como prioridad abrir tumbas, vilipendiar
a los muertos y reescribir hechos de hace más de ochenta años. Remover
las tumbas de los muertos es una línea roja que ningún gobierno
civilizado ha traspasado hasta ahora y que seguramente se volvería como
un bumerang contra el gobierno que diese un paso semejante, al más puro
estilo de los talibanes afganos.

Consecuentemente, la FNFF, desde la admiración por la obra del mejor
estadista que ha tenido España se opone de forma rotunda a la exhumación
y traslado de los restos mortales de Francisco Franco y considera que
deben permanecer en su actual ubicación por respeto a la historia y
también al futuro.

Cualquier acción de reconciliación en el Valle de los Caídos debe pasar
por sumar y nunca por restar, reforzando así el espíritu de concordia y
reconciliación que dio luz al colosal proyecto de su construcción.
Coincidimos con Luis Suarez, de la Real Academia de la historia, cuando
afirma que el Valle de los Caídos se construyó para que fuera un
mausoleo para las víctimas de ambos bandos al amparo y la sombra de la
cruz. Y desde esta convicción anunciamos que cualquier intento de
violentar la legalidad será oportunamente denunciada ante los Tribunales
de justicia pues nadie puede pisotear el estado de derecho.

No estamos sin embargo ante una mera maniobra política sino ante una
coyuntura histórica de enorme responsabilidad moral en la que está en
juego nuestra dignidad y nuestro prestigio como nación milenaria que
debe asumir su historia, con sus luces y con sus sombras sin tratar de
pervertir las mayorías parlamentarias para cambiar o borrar el relato
del pasado enfrentando de nuevo a los españoles como hace 80 años.

Dejen a los muertos descansar en paz, empezando por Francisco Franco y
siguiendo por el resto de los caídos de las dos Españas, respeten la
historia, dejen su estudio a los historiadores y miremos de una vez y
para siempre al futuro dejando que todos los españoles puedan honrar a
sus muertos allá donde quiera que se encuentren.
Españuelo
2018-07-01 20:28:00 UTC
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Post by Paquito Mercadero
Comunicado de la FNFF: Un decálogo de razones para no exhumar los
restos de Francisco Franco del Valle de los Caídos
http://www.alertadigital.com/2018/06/27/comunicado-de-la-fnff-un-decalogo-de-razones-para-no-exhumar-los-restos-de-franco-del-valle-de-los-caidos/
Resumiendo Franco, González, Aznar, Zapatero, Rajoy, Sánchez, y otros, todos ellos masones y "Paio".
Entre los Cainitas dos ramas: los judíos sefardies y los judíos
nazireatos.

Nota aclaratoria: para ser NAZI se ha de ser judío. Para ser
comunista se ha de ser judió.

Al final los dos bandos trabajan para el mismo amo.

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